Este viernes pasado, dia 11 de febrero, (Nosotros como siempre, tarde) tuvo lugar la decimosegunda edición de los premios aragoneses de la música, en los que anualmente se reunen los músicos y culturetas de la escena local, en el que el criterio por el que se rigen estos galardones cada año deja más que desear.
Empezaré por explicar esta postura que se basa fundamentalmente en que estos premios constituyen una mero evento de entretenimiento y en el que prima el aparentar que se fomenta el apoyo a los grupos y nuevas propuestas aragonesas, cuando la realidad difiere bastante de esto. Con esto no quiero decir que no sea necesario el reconocimiento a los grupos premiados, pero hay otras maneras de llevarlo a cabo.
El formato de esta cita que tuvo lugar ayer en el Teatro Principal refleja por otro lado una buena preparación y un trabajo a espaldas que ya se encargaron de recordar sus organizadores antes de finalizar el acto, había traído consigo más de 3 meses de preparación y en la que todo estaba mas o menos predeterminado salvo algunos imprevistos, con las actuaciones de grupos como Almas Mudas y Volador y la colaboración de agitadores culturales del carisma de Pepín Bonzo dieron frescura a este certamen y con el correcto homenaje a Labordeta supuso un punto positivo a su favor para reflejar el reconocimiento a uno de los músicos y personajes públicos que mas han contribuido a hacer crecer la música aragonesa.
Las votaciones por las que se participa en la elección de los nominados en las diferentes categorías muestra una participación por otro lado, lógica, de las personas que al fin y al cabo son los que van a acompañar a estos grupos durante toda su trayectoria pero a mi juicio la importancia que tienen frente a la elección final del jurado, dista mucho de ser equitativo, e incluso puede ser contraproducente para este tipo de eventos. Puedo decir que algunos de esos premios son especialmente importantes como el concedido al mejor albúm de habla aragonesa o el premio de mayor proyección que consiguieron el grupo Louisiana, que por otro lado ha tenido este año un ascenso progresivo y bastante merecido en mi opinión. Destacaré a los locales Delirium Tremens, que ganaron ayer el premio a mejor álbum autoeditado, un premio que les impulsa y les deberá dar confianza porque hacer un disco que se ajuste tan de cerca a su verdadera personalidad sobre el escenario es complicado, muestran sobre todo claridad en sus ideas y sus intenciones en un futuro próximo y condensan en pocas canciones un conjunto de influencias musicales y sobre todo muestran un potencial oculto que es difícil encontrar en un grupo de tan corta vida. Por el contrario, otras categorías a mi juicio reflejaron una clara falta de homogeneización en las nominaciones, como el hecho de que Enrique Bunbury, artista ya consagrado internacionalmente y en permanente evolución estuviera nominado en varias categorías con grupos que reconocimiento únicamente en nuestra provincia.
Mi opinión final sobre la gala de ayer queda patente y a pesar de mi descontento por todo lo relatado, mi valoración final es positiva, porque parece que se empieza a mostrar un interés por cambiar esta dinámica incluso por parte de los miembros del ayuntamiento y demás autoridades y en general de todos aquellos que apoyamos la música en todas sus vertientes como es mi caso, la verdadera música es una especie en extinción que la gran mayoría de lagente que concurrimos ayer en estos premios, estamos dispuestos a defender.